Ante tal volumen de información, la Internet o también llamada web, abre las puertas a un mundo sin leyes y constituye un entorno al que hay que saber asomarse.
Con tan solo un clic, el joven puede acceder a páginas de venta de drogas, a la iglesia de Satanás, a páginas que promueven la drogadicción, a manuales de fabricación de bombas caseras, a instrucciones claras de cómo matar a los enemigos, a páginas de brujería y hechicería, a la tabla ouija virtual y a lo más influyente y tentador, la más extensa biblioteca de pornografía del mundo con más de 800 millones de opciones para atentar contra la pureza no solo de nuestros hijos sino la propia.
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